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La urgencia de salvar el arte del Barniz de Pasto, ¿cómo hacerlo?

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Según la Unesco, este arte milenario requiere medidas urgentes de salvaguardia.

Dos personas sostienen la fina lámina extendida que se consigue tras macerar, cocinar y moler los cogollos de mopa-mopa transformados en una masa. Con un trabajo en el que incluyen sus bocas –a cada extremo del trozo– completan la tarea en un juego coordinado de tirar y ensanchar la pasta, recién extraída de agua hirviendo por un artesano que la utilizará para cubrir algún objeto de madera que se venderá como pieza de arte.

La mopa-mopa es una resina natural que se extrae de un arbusto amazónico –Elaeagia pastoensis– y se usa para decorar bandejas, platos, tazones, cofres… Es conocida como “barniz de Pasto” porque en esa ciudad, capital de Nariño, nació la costumbre de adornar la madera con este elemento natural, a partir de técnicas que se remontan a la época prehispánica. Es allí, con el barnizado, donde finaliza una cadena productiva que comienza con la recolección de unas “pepitas” (cogollos de las hojas del arbusto) que solo brotan en abril y noviembre.

Este arte hace parte de una tradición compartida con Mocoa, Putumayo y fue catalogado como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en diciembre de 2020. Además, se encuentra en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que requiere medidas urgentes de salvaguardia. No se trata solo del reconocimiento: se necesitan personas con el deseo y la vocación de preservar un oficio único en el mundo, realizado en el suroccidente de Colombia.

“Es genético. Esto no es herencia de papá a hijo, es la genética de todo un pueblo”, dice Jesús Ceballos, hombre de 60 años que se dedica al barnizado desde que era niño. Jesús decoraba los trompos y yoyos de sus amigos del colegio y aunque no podría decir en qué momento eligió este oficio, reconoce que lo fue “absorbiendo” porque siempre, siempre, volvía a él.

Ceballos es uno de los 38 maestros del mopa-mopa de Pasto. El hecho de que sean tan pocos es uno de los factores de riesgo por los que el oficio podría desaparecer, según la Unesco, dado que los jóvenes tienen opciones de trabajo más rentables. A esto se suma que los maestros “de antes” solían ser “egoístas” para transmitir los saberes ancestrales asociados con la práctica, como lo afirma Jesús.

“Yo enseño. No tengo ningún problema, pues una técnica artesanal crece cuando mucha gente la practica. Yo qué saco con que una persona aprenda. Una persona que sepa una técnica no es nada en el mundo”, plantea este artesano, convencido de que debe multiplicarse la enseñanza del barnizado de Pasto —en especial ahora que tiene el reconocimiento internacional—, para contar con la capacidad productiva requerida para afrontar un mercado mundial.

Entre todos

La preocupación por el relevo generacional escaló en la ciudad al punto de que en 2022 se desarrollará el Proyecto de Talleres Escuela del Barniz de Pasto Mopa-Mopa, con el cual esperan capacitar a 25 aprendices de entre 15 y 30 años. Esta es una de las iniciativas con las que el gobierno local y nacional busca contribuir a la salvaguardia de un arte milenario ejercido por pocas manos.

La apuesta consiste, también, en que el relevo sea de género, pues de los 38 artesanos reconocidos como expertos en Pasto, solo cinco son mujeres. “Nos interesa muchísimo, porque la mujer ejerce de manera distinta la técnica del barniz, es supremamente detallista y delicada en el trazo”, explica Guisella Checa Coral, secretaria de Cultura del municipio.

Y es que todo el proceso previo a la comercialización de estas artesanías ha tenido una marcada presencia masculina. Violeta Ceballos, hija de Jesús —quien le enseñó este arte milenario— cree que se debe a la existencia de un prejuicio “machista” de que las mujeres “no pueden hacer este tipo de cosas”.

Violeta reconoce que lo más difícil es el “majado”, el primer paso a seguir una vez extraído el mopa-mopa, el cual consiste en macerarlo con un martillo de madera hasta desmenuzar el producto: “Por ejemplo, en el taller de mi papá, él lo maja más o menos 40 veces, entonces 40 veces tienes que dar golpes (…) Pero tampoco es algo que uno como mujer no pueda realizar”, dice ella, de 28 años, y quien se sumó al oficio durante la pandemia, pese a haberlo aprendido desde niña.

Violeta comenzó replicando los diseños de Jesús, pero desde el 2020 ha apostado por un estilo personal. Como ella, Mary Hermelinda Ortega también hace sus propias creaciones desde hace 29 años, lo que la ha convertido en una de las cinco mujeres consideradas expertas en el barniz de Pasto, además de maestra del oficio de madres cabeza de familia del municipio.

Ortega recuerda que cuando comenzó a formarse, era la única mujer entre los 16 artesanos que conformaban los talleres del barrio El Obrero de Pasto. Ahora tiene 47 años y fue elegida por el Ministerio de Cultura para representar a Colombia en Expo Dubai 2021, un evento en el que participan más de 190 países a finales de enero.

“Es una oportunidad muy grande, y es mi mayor anhelo, dar a conocer una técnica que es única en el mundo —dice Ortega—. Voy con el propósito de hacer negocios para que las personas de allá comiencen a mirar el barniz como lo que es: como un arte. Y para que comiencen a comprarlo y distribuirlo por allá en esos países tan lejanos que no lo conocen”.

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